Sentir desde dentro es lo más puro que puede haber. El cuerpo vibra en su interior, siente desde el corazón y la respiración incita los sentidos. Encontrarte dentro de ti, buscarte en la catedral de tu piel y vivir dentro, sintiendo cómo resuena en las paredes el palpitar de tu propia vida, única como ninguna.

Nadie piensa sobre esto pero el primer lugar donde nace nuestra energía es en el centro del pecho, donde se encuentra el Anahata, el chakra del amor, el equilibrio y la conexión. Desde ahí tenemos que respirar y de ahí debe salir todo lo que creemos en nuestro interior. Yo me imagino las ideas revoloteando como mariposas por todo el cuerpo, pasando por todos los puntos de energía, todos los recuerdos, el subconsciente y saliendo para después desintegrarse en el aire.

Porque las ideas de nuestro ser no son más que aire, que son como una gran misa en la catedral del cuerpo, mas cuando salen, si no resuenan en otro cuerpo-catedral cercano y son procesadas y comprendidas, acaban por eliminarse a sí mismas, dejando espacio para el aire limpio y puro. Por eso, es bueno que nuestra obra arquitectónica esté llena de ventanales, rosetones y balcones, para dejar entrar también la energía de otros cuerpos y no dejar de intercambiar haces de luz con mariposas y aire y energía y vida.

La babosa feliz

Beber la savia, arrastrando por el tronco tu lengua, raspando la corteza, succionando la gloria del árbol de la vida.

“Sabe a lluvia y a sol. A aire y a tierra” -la babosa pensaba-. Lánguidamente se arrastraba entre las hojas y tallos húmedos del árbol.

Resbalaba gracias a su baba, que tan trabajosamente segregaba para después perderla y así poder avanzar. Desgastarse para crecer y caminar, seguir produciendo vida.

Cae una gota sobre la baba de la babosa y la arrastra, hasta otra gota, esta vez de savia. La babosa se piensa ámbar y posa alargando sus cuernos, enroscando la cola. Aporta su belleza al mundo.

Ahora ella sabe a lluvia , sol, tierra y aire. El árbol le ofrece vida eterna, feliz él por servir, feliz ella por vivir.

Música

Cuando uno pretende escuchar sólo piensa en el esfuerzo pero no en la realidad. Hay que entregarse a la música que es como una diosa que mueve los hilos de marioneta hipnotizando los ojos expectantes. Música de verdad es tocar a todos los oídos y corazones con una misma mente. Un cerebro que guía todos los cuerpos separados. Cuando uno consigue escuchar, se funde con los demás, moldeando y siendo moldeado. Mentes maleables es el principio de una música única y unida. Homogénea.

Cada vez que miras afuera, alguien devuelve la mirada hacia tu interior, a través de tus ojos.

Dibuja mil detalles que pueblan una vida extraña: las ideas que tu mente elabora, los colores de tus sentimientos, los tormentos que oscurecen tu mirada…

Cincel en mano devorándote, desfigurándote.

Si mil ojos te obserbaran, mil vidas tendrías, de sosiego o trastorno te inundarían.

Ajeno a pupilas acechantes, mi cerebro palpitante de energía rotunda resbala por las pestañas cayendo en el estanque de mi vientre, verdadero y real, despidiendo las sombras irreales de perfil masacrado.

Desde aquí abajo.

Os hablo:

ahora escucho los pájaros que adormecen mi alma en dulce trance;

ahora pienso en mis amores y mi inexpresivo sentimientos la orilla de sus corazones;

ahora siento los árboles, los ríos, los animales, el cielo y la tierra, te doy gracias madre naturaleza;

ahora que puedo, recuerdo. Todo el tiempo perdido, todos los sueños incumplidos;

ahora pienso en reinventarme,en cultivarme;

ahora que he muerto pienso en liberarme.

Pluma de vida.

Pluma a pluma me deshago de mis alas, las corto. Fueron mi abrigo durante todo el tiempo de sueños y tragedias. Ellas me llevaron (sin yo pretenderlo) a otras vidas y otras mentes, desdibujando mi rostro y uniendo el de todas las gentes que en mí depositaron su palabra y su huella.

Quedo desnuda, ni una pluma.

Entrego todas: a escribanos, sopistas, arquitectos, alquimistas, escritores, compositores… Mi ilusión al morir es dar vida a mentes que, con tinta de mi sangre, descubrirán un futuro que nación dentro de mí y latirá en sus vidas para siempre.

Quién pudiera ser tú para acercarte,

a mis ojos y observarme.

Mi piel rosada por contemplar tu mirada.

Yo, vestida de ti, me acerco a mí,

para hablarme y consolarme,

porque no hay nada que más quiera

que verme en ti reflejada.

Ojo salido. Cuelga de la roja cuenca. hedores

Ojo salido. Cuelga de la roja cuenca. hedores desagradables se desprenden del globo ocular. Oscuridad horrenda. La nariz puntiaguda y cadavérica. Dos aletas nasales se abren y cierran al compás de los espesos pulmones coagulados por verdes fluidos enfermizos haciendo casi roncar a la áspera garganta con el solo paso del aire. Las arrugas conducen como profundos canales a los labios fríos y rígidos. La sangre azul circula por las líneas bucales transmitiéndoles un aire de enfermedad puntiaguda.

Serpiente sin sentido.

Una serpiente solfea sola

sentada sobre el suelo, sigue

siendo la de siempre.

Sentada sobre su silla

se despelleja sin sentido.

Suelo seguirla sonámbula

siendo su seguidora, 

sin sentido.

Si sales a saludarla

te sacará su sencilla

sonrisa y siseará

-¡Sólo soy serpiente!

Siempre sin sentido.